domingo, 26 de febrero de 2012

Sobreinformados, desinformados


Se nos ha olvidado que una parte importante del papel del periodista es escoger. Decidir lo que sí se publica, y lo que no merece la pena ser publicado. De entre la marea de información que le llega, el periodista debería informar sólo de aquello que tiene interés público y desechar lo demás. Pero este papel no siempre se cumple porque, cuando se trata de poner límites a la información y a la expresión, a menudo tenemos miedo de caer en la censura.
Porque sabemos que el periodismo debe dar voz a las minorías, debe servir de identificación para todas las ideologías, y esto sí que lo tenemos claro. Quizá por eso el programa La noria, de Telecinco, emitió el pasado noviembre una entrevista con la madre de Javier García Marín (El cuco), uno de los imputados en el caso de Marta del Castillo, por la que la cadena privada había pagado unos 10.000 euros. Y puede que también por eso, en abril del 2010 la cadena La Sexta emitiera en su informativo una noticia en la que hablaba de un hombre leonés, apodado “El Rambo de El Bierzo”, que hacía apología del nazismo, se vestía de skin y colgaba vídeos en YouTube disparando armas de guerra. Podríamos preguntarnos dónde están los límites entre lo publicable y lo no publicable, lo noticioso y lo que no lo es.

Hasta ahora la ley se abstiene de poner esos límites, incluso cuando se pueden lucrar personas que tienen opiniones antidemocráticas o que han sido condenadas por la Justicia. No se veta que se le ponga precio a testimonios criminales, machistas, violentos o neo-nazis. Casi todo puede llegar a tener voz en los medios de comunicación. Recientemente, Coalición Canaria (CC) ha presentado una proposición que insta al Gobierno a prohibir que las cadenas remuneren este tipo de declaraciones en la televisión. Pero si no hay remuneración económica no parece tan grave.

Yo me pregunto dónde quedaron aquellos tiempos en los que el periodista se erigió como “perro guardián” de la democracia. Porque, para mí, lo grave es que sea la ley la que tenga que entrar en juego y poner límites en la información, y que no seamos nosotros mismos los que decidimos lo que es y lo que no es publicable. Lo que me molesta es que el código deontológico sea ineficaz a términos prácticos y que se haya quedado obsoleto. 

Porque el ciudadano tiene 10.000 canales por los cuales recibe una avalancha de información constante (facebook, twitter, blogs), y puede que la única diferencia entre estos canales y el periodismo tradicional sea  el rigor a la hora de escoger lo que se publica. Si el periodismo legítimo no ejerce de filtro entre esta cantidad ingente de noticias y deja que el receptor se empache de informaciones que no son de interés público sino de interés DEL público, no habrá diferencia entre unos y otros. Y, entre tanto, el ciudadano podría llegar a una sobreinformación de noticias de poca calidad, y acabar desinformado y empachado de información innecesaria.

domingo, 19 de febrero de 2012

Deontología 0- Morbosidad 1

Multitud de personas con pancartas de los desaparecidos Ruth y José a las puertas del juzgado de Córdoba


Cabrón, Bretón, hijoputa. Estas son las tres palabras que más se oyen durante los primeros 45 segundos del informativo de tarde del 16 de febrero en La Sexta.
El cordobés José Bretón, acusado de la desaparición de sus dos hijos, comparecía en los juzgados después de que las investigaciones revelaran que había mentido en sus declaraciones. Frente a las puertas del juzgado, multitud de personas expresaban su odio contra él; y, ya de paso, contra su abogado, que no quedó libre del acervo de insultos.
Otras cadenas también abrieron los informativos con esta pieza de sucesos (por ejemplo Antena 3). La noticia no era el juicio, eran los insultos. Que esto sea un hecho noticioso es de dudoso criterio. La Sexta incluso se molestó en cerrar la noticia con el himno improvisado que los asistentes le dedicaron al imputado: “¡Cabrón!, ¡Bretón, hijoputa!”. Rima y juega feliz.
El hecho de que el criterio para escoger los contenidos premie la morbosidad antes que el interés es algo que asumimos. Pero el Código de Autorregulación sobreContenidos televisivos e Infancia especifica que los medios deben “evitar el lenguaje indecente o insultante”; al menos, dentro del horario protegido.
Hemos llegado a un punto en el que el periodismo busca tan desesperadamente atraer al público, que opta por saltarse a la torera un código deontológico que se queda obsoleto y apostar por el morbo día sí y día también. 

domingo, 12 de febrero de 2012

El disfraz griego para Angela Merkel

Portada del diario griego "Demokracy" el 9 de febrero de 2012
Angela Merkel se ha disfrazado una semana antes de Carnaval, y con un disfraz que no le ha sentado demasiado bien. Extremada, la memoria histórica de los griegos sobre la Alemania nazi. O puede que tendenciosa.
El diario griego conservador “Democrazy” publicó en portada el 9 de febrero del 2012 una fotografía photoshopeada de Angela Merkel vestida de nazi y con una esvástica en el brazo. En las calles de Atenas, identificar a Merkel con el nazismo es una forma de venganza por los recortes exigidos desde Alemania a Grecia para poder recibir un nuevo rescate económico.
Sabemos que es una manera de vengarse de quien se ha convertido en su peor enemigo, pero eso no justifica que un medio informativo, por muy convencido que esté de una opinión, utilice un montaje fotográfico de esa magnitud, y menos en portada. Y, en cualquier caso, por mucho que se critique a un gobierno extranjero, cosa que es totalmente lícita, no debería estar permitido frivolizar con un tema que se cobró tantas muertes en el pasado, ni publicar una fotografía que genere discurso del odio con tanta tranquilidad.


domingo, 5 de febrero de 2012

"La verdad a juicio" y en tela de juicio


El juez Garzón abrazado a una ciudadana a su llegada de uno de los juicios

En principio, los periodistas “juramos decir la verdad y nada más que la verdad”, y defendemos este concepto como uno de los estandartes de la profesión.  Sin embargo, el periódico norteamericano “New York Times” ha sido el único que ha publicado una editorial, llamada “La verdad a juicio en España”, donde reclama firmemente la absolución del juez español Garzón.

Con el caso Wikileaks, periódicos de referencia como El País decidieron que pesaba más el interés público de las informaciones que no el hecho de que éstas se hubieran obtenido de forma ilícita, y corrieron el riesgo de que Assange o sus fuentes pudieran tener intereses ocultos para filtrar esos documentos. Garzón no parece tener ningún interés más allá del de la democracia y, sin embargo, ningún periódico español le defiende con tanto ahínco. Aparentemente, los americanos valoran más las verdades que Garzón sacó a la luz que nosotros mismos. Él también es un estandarte de la verdad, y por lo que parece, para los americanos, también un héroe de los derechos humanos.

A mí no deja de parecerme curioso que un país que pertenece a una tradición periodística latino-europea que tan fervientemente defiende el compromiso democrático y los derechos humanos, no se moje en un tema como el de Garzón.